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68va Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas

Lunes, 30 Septiembre 2013
Presenter: 
Lic. José Manuel Trullols, Viceministro de Relaciones Exteriores
Ubicación: 
Sede de las Naciones Unidas de Nueva York

Señor presidente.

Señor Secretario General.

Señores jefes de delegaciones.

Señoras y señores:

 

Permítame expresar mis felicitaciones a usted, señor presidente, por su elección para dirigir los trabajos de este sexagésimo octavo período de sesiones de la Asamblea General.

Le deseo el mayor de los éxitos en su desempeño y en los esfuerzos que emprenda para impulsar las iniciativas que se ha propuesto que marquen la presidencia de la Asamblea durante su mandato.

Señor presidente:

Estoy aquí en representación de la República Dominicana, una de las naciones firmantes, en 1945, de la Carta fundacional de esta organización, en la que se le asigna el monumental propósito de preservar a las futuras generaciones del flagelo de la guerra.

Desde su fundación, hace hoy 68 años, no ha habido más guerras mundiales. Pero ahora mismo estamos enfrentando un cataclismo tan letal y tan trastornador como una guerra de dimensión planetaria: la pobreza mundial.

Es una guerra con millones de víctimas, que nos plantea la necesidad de un cambio radical de paradigma económico y el surgimiento de una nueva cultura, la cultura de la sostenibilidad.

Ahora que hablo ante ustedes, en mi mente no hay ninguna duda de que para triunfar sobre ese intimidante desafío, todos los países deberán asumir decisiones difíciles, que demandarán el peso completo de nuestras responsabilidades colectivas.

 

Distinguidos jefes de delegaciones:

Permítanme traer a colación  el laborioso y extenso documento adoptado en la conferencia de Río+20, el año pasado, en Brasil.

Todos ustedes lo recuerdan. Se titula “El futuro que queremos”.

En ese texto, los Estados Miembros renovaron su compromiso a favor del desarrollo sostenible y de la promoción de un futuro sostenible desde el punto de vista económico, social y ambiental para nuestro planeta y para las generaciones presentes y futuras.

Esa declaración implica  que los líderes de las naciones del mundo asumen el compromiso de hacer cuanto han acordado que es necesario para construir ese futuro. Supone, pues, una carta de ruta con implicaciones profundas.

Señor presidente, señores jefes de delegaciones:

Admitamos que nos echamos encima una abrumadora responsabilidad, porque nos comprometimos con la construcción de una realidad totalmente inédita en el mundo moderno.

Admitamos que el desarrollo que conocemos no ha sido sostenible en ninguna forma. No ha sido sostenible ni en lo social ni en lo económico. Y mucho menos ha sido sostenible desde la perspectiva medio-ambiental.

Los sistemas de producción que hemos empleado para lograr el crecimiento económico han estado basados en métodos que han probado ser dañinos para el medio ambiente.

Y los sistemas que hemos empleado para distribuir la riqueza producida han creado  profundos abismos de inequidad social y de exclusión.

Con el tiempo, hemos llegado a una situación que ahora consideramos intolerable:

Un mundo con más de mil millones de personas que sobreviven en un estado de pobreza extrema y que padecen hambre.

Un mundo en que millones y millones de seres humanos carecen de apropiados servicios de salud, de agua potable, de educación de calidad o de un empleo digno.

Un mundo en que la desnutrición y el desamparo social prevalecen hasta extremos que son moralmente inaceptables.

Si aspiramos a un mundo donde el desarrollo sea sostenible, tenemos primero que aceptar una responsabilidad compartida, de todos los sectores de cada sociedad y que es tiempo de acción, no de palabras.

Para convertirlo en realidad, un compromiso de esa envergadura debe estar basado en acciones y en objetivos logrables, y debemos estar preparados para emprender realizaciones audaces. Para hacer, como estamos haciendo nosotros en la República Dominicana, lo que nunca se ha hecho:

  • Poniendo a los ciudadanos en el centro de nuestras políticas, y colocando como primera prioridad la lucha contra la pobreza y la desigualdad.
  • Implantando un nuevo modelo de desarrollo, basado en una Estrategia Nacional de largo plazo, y montado sobre los pilares de tres pactos sociales fundamentales: Un Pacto Fiscal, un Pacto por la Educación y un Pacto por la Electricidad.
  • Rodeando de transparencia las acciones del gobierno, convirtiendo a grupos de ciudadanos en veedores públicos, para que monitoreen los sistemas de compras y de contrataciones.
  • Priorizando el apoyo a los pequeños productores agrícolas.
  • Duplicando el presupuesto destinado a la educación pública gratuita y obligatoria.
  • Extendiendo el horario en las escuelas.
  • Y poniendo fin, definitivamente, al analfabetismo.

Señor presidente:

Tras los compromisos de Río+20, se han dado algunos pasos al frente, y estamos avanzando para acordar esa hoja de ruta que nos conduzca al desarrollo sostenible y a la erradicación de la pobreza extrema.

Hemos puesto en marcha un proceso para determinar con la mayor precisión cuáles deberían ser los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que constituirán la agenda de desarrollo internacional post 2015.

Y celebramos que todos hayamos aceptado que el desafío de mayor envergadura que enfrenta el mundo es la erradicación de la pobreza, y que, en tal virtud, ese objetivo haya sido colocado a la cabeza de las prioridades de nuestra agenda en esta organización.

Nuestros países tienen problemas comunes, señor presidente. Pero sus realidades económicas, sociales, históricas, geográficas, poblacionales y culturales son diferentes. Y cada una de esas dimensiones juega un papel en la manera en que esos problemas pueden o no ser abordados y resueltos.

Nuestros países tienen problemas comunes. Pero sus responsabilidades en la creación o en el agravamiento de esos problemas, como es el caso del cambio climático, son claramente diferenciadas.

Mi país, la República Dominicana, padece las consecuencias de ese cambio, dado que geográficamente se encuentra en la ruta anual de los huracanes y de las tormentas tropicales.

Por eso hemos estado afanados en fortalecer y mejorar nuestra preparación para la gestión de los riesgos asociados a los desastres naturales. Estamos construyendo un centro de acopio de ayuda de emergencia y trabajando en la creación de un Centro de Excelencia, que se dedicará a la formación y entrenamiento de recursos humanos para la atención en casos de desastres, y que vamos a poner al servicio de las naciones de toda la región del Caribe.

Y del 18 al 20 de noviembre próximo celebraremos la Tercera Conferencia Internacional de la Iniciativa Hopefor, a la que todos los miembros de esta organización están cordialmente invitados.

Señor presidente:

Un objetivo de las dimensiones del desarrollo sostenible universal demanda un enfoque y una visión nueva en el escenario internacional.

Para que el desarrollo de nuestras naciones sea sostenible, hay que emprender reformas estructurales que implican un cambio semejante al que significa voltear muchas de nuestras políticas y nuestros sistemas económicos y sociales, como se voltea una media.

Con el desarrollo sostenible, lo que hemos asumido es un compromiso de características bíblicas: el compromiso universal de ocuparnos de nuestros hermanos, sobre todo de aquellos que más necesitan que se les eleve a las proporciones que demanda una vida humana digna.

Esta Organización, con los procesos paralelos de estudio, discusión y análisis puestos en marcha, con grupos de personas eminentes, con las consultas de las comisiones económicas regionales, con el Consejo de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible y con el Grupo de Trabajo de Composición Abierta, está contribuyendo a señalar el camino.

Por eso, queremos aprovechar esta ocasión para expresar nuestro reconocimiento al esfuerzo del Secretario General Ban Ki-moon para poner en manos de los Estados Miembros documentos que sirvan de guía a nuestros debates y a nuestras decisiones.

Uno de esos documentos, preparado por el Consejo de Líderes de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible, en la forma de un Plan de Acción, es una plataforma audaz y optimista. Exhaustiva y práctica. Y que exige compromisos colectivos que no podemos esquivar.

Todos los informes coinciden en la apreciación de que no podemos continuar tratando la parte del planeta que ocupa cada una de nuestras naciones como si los recursos que puso en ella generosamente la naturaleza fueran inagotables.

Los bosques, el agua, los minerales, las especies animales se van reduciendo, mientras, por otro lado,  mantenemos prácticas de cultivos que envenenan o empobrecen la tierra, y métodos de producción industriales que envenenan el aire que respiramos.

Tenemos que revisar los métodos mismos con los cuales impulsamos nuestro crecimiento económico.

Esta no es una preocupación nueva en esta Organización, señor presidente. Del desarrollo sostenible hace décadas que estamos hablando.

Lo nuevo es que ahora la situación ha llegado a un punto de urgencia.

Señor presidente:

Las palabras y las promesas ya agotaron su tiempo.

Este….el de hoy…..es el tiempo de la acción.

Sabiendo que el tiempo apremia, debemos apresurar el paso para establecer las bases del desarrollo sostenible y abordar ese propósito pensando que de lo que acordemos o no en este período de sesiones de la Asamblea General podría depender si el futuro de cada uno de nuestros pueblos, o sea, el futuro de la humanidad, será promisorio o será miserable.

Quizás a los representantes de las naciones con una gran dimensión territorial, o con un elevado estado de desarrollo, esa presunción les parezca exagerada.

Si es así, los invitamos a que miren más allá de sus fronteras, que miren a los pueblos de las naciones en las que buscan mano de obra barata.

Que miren a los pueblos a cuyos recursos humanos productivos les encargan la fabricación de sus manufacturas.

Que miren a los pueblos de los países cuyos minerales necesitan sus industrias, o a los pueblos a los que quieren tener como clientela de sus productos.

Para muchos de esos pueblos, la situación es intolerable.

Por eso celebramos que los documentos ya elaborados y que tienen el propósito de servir de plataforma a nuestras discusiones y decisiones tienen un tono optimista.

Dando, por ejemplo, la seguridad de que si actuamos ahora, los problemas que enfrentamos no se convertirán en insolubles.

Señor presidente, señores jefes de delegaciones:

Un desarrollo sostenible universal, que encare los desafíos que han sido tan claramente identificados, se traducirá en justicia social en el mundo, y se traducirá, también, en paz, en paz internacional, cuyo logro es el objetivo nodal de esta Organización.

Erradicar la pobreza extrema –- medida monetariamente como vivir con ingresos menores de $1.25 diarios –- en palabras parece una meta enorme, sobre todo porque se calcula en unos 1,200 millones la cantidad de personas que la padecen en el mundo.

Pero en realidad es solo un paso en un camino muy largo.

Si los que ahora están por debajo de un nivel de ingresos de $1.25 por día son llevados a un nivel de ingresos de $2.00 por día, habremos eliminado lo que ahora llaman pobreza extrema. Pero todos sabemos que con un ingreso de $2.00 diarios un ser humano no puede cubrir sus necesidades básicas. Y las distinciones en penurias, entre uno y otro rango de ingresos, no son muy notables.

Lo que pasa es que hablar de la pobreza en términos estadísticos no nos permite visualizar, ni mucho menos sentir, la realidad de la miseria y la desolación humana que hay detrás de los números y de los porcentajes.

¿Cómo podemos comprender el dolor de un padre y de una madre que sufren la pérdida de su hijo cuando las palabras con las que se nos comunica esa tragedia familiar son las de que cada diez segundos muere un niño por causas derivadas del hambre en el mundo?

Coloquémonos en el lugar de los padres de las familias que viven en un estado de extrema pobreza: Tienen que criar a sus hijos en viviendas extremadamente vulnerables, sin servicio sanitario ni de agua potable. Sin recursos suficientes para comprar medicinas o para proveer a cada hijo de los alimentos que garanticen su adecuada nutrición. Sin recursos, sin una cama o  mosquiteros que los defiendan de los insectos transmisores de enfermedades graves. Teniendo que decidir cuál o cuáles de sus hijos van a la escuela y cuáles no, o cuál tiene que trabajar y cuál no.

 

Señor presidente:

Sabemos que todavía queda un trabajoso camino por delante antes de que podamos consensuar un acuerdo satisfactorio para todos en torno a la agenda internacional de desarrollo post 2015 y las vías efectivas para implementarla. Pero recordemos que lo que necesitamos no es un nuevo compromiso.

Compromisos para erradicar la pobreza extrema y el hambre hemos tenido suficientes: El de la Cumbre Mundial de la Alimentación, de 1996. El de la Cumbre del Milenio, del año 2000. El de la Cumbre Mundial de la Alimentación: Cinco años después, del año 2002. Y el reciente de la Cumbre de Desarrollo Sostenible Río+20, del 2012.

Lo que ahora necesitamos es que esos compromisos se traduzcan, por fin, en acciones políticas.

El del desarrollo sostenible, por más que suene a económico, es un concepto político. Por eso lo discutimos aquí, en esta Organización, que es un foro de Estados, y, por tanto, un foro político.

Los economistas miden las dimensiones o los pilares de la realidad que el término abarca, y ellos y otros especialistas pueden señalar los objetivos que deben alcanzarse para que el desarrollo sostenible responda a su exacta conceptualización. Pero son decisiones políticas las que impulsarán el esfuerzo. Son decisiones políticas las que en última instancia determinarán si se logran o no.

Es nuestra, pues, la principal responsabilidad. Nos toca a nosotros pasar de las declaraciones de buenas intenciones a la acción.

Muchas gracias.